Desde el recuerdo de una tarde cálida, una mirada limpia y curiosa nos encuentra. Bajo el ala de su sombrero, sus ojos guardan la luz y las preguntas de la infancia. Una de sus manos se pierde entre las hojas, sintiendo la piel fresca del mundo vegetal, mientras la otra, en un gesto sencillo y universal, nos asegura que todo está bien. Se puede casi sentir la calidez del sol filtrándose a través de las ramas, el tacto suave de su ropa de algodón y la honestidad de su presencia silenciosa. No es solo un retrato, es la captura de un instante de gracia, un poema sobre la confianza y la belleza que habita en el corazón de un niño.