El agua avanza sin ruido, un espejo oscuro que refleja un cielo de nubes y los troncos pálidos de los abedules. El aire aquí es fresco y huele a tierra húmeda, a hojas y a la memoria del río. En la orilla, una barca solitaria aguarda, un fantasma blanco en la quietud del paisaje. Es un lugar donde el silencio es tan denso que casi se puede tocar. Una pintura que te invita a detenerte, a respirar hondo y a escuchar el murmullo de tus propios pensamientos, que fluyen tan calmos como el agua. Es un refugio para el alma, un instante de paz perfecta encontrado en el corazón del bosque.