En un lugar donde el mundo se ordena en bloques de color y textura, tres árboles idénticos respiran en silencio. No se mecen con el viento, porque aquí el único aire es la quietud. Sus raíces se anclan en una tierra de ocres y sombras, y sus copas redondas son tres pensamientos verdes suspendidos en un horizonte de luz pálida. Es una pintura que te invita a la contemplación, a sentir la armonía de sus líneas rectas y sus formas perfectas. Es un paisaje para el alma, un refugio de la mente donde todo está en su lugar. Es la prueba de que en la simplicidad y en el silencio reside la más profunda de las bellezas.