Sigue el camino. Deja que te guíe la curva perezosa que se pierde en la distancia. El aire aquí es cálido y huele a miel, a polen, al perfume dulce que se desprende de esa cascada de flores amarillas. El sol se filtra a través de las ramas, salpicando el sendero de tierra con monedas de luz y sombras frescas. Escucha el silencio, apenas roto por el piar de las aves que buscan su sustento en la orilla. Es una pintura que te invita a caminar sin prisa, a sentir el calor en la piel y a llenar tus ojos con la alegría simple de un día de campo perfecto, donde la belleza te espera a la vuelta del recodo.