En medio de un silencio azul y profundo, ha ocurrido un milagro. Los viejos gigantes de piel dorada han despertado y sus ramas secas se han cubierto de vida. Pequeñas perlas de color rosa, como dulces o capullos de un sueño, salpican la oscuridad de las ramas, cada una un pequeño latido de alegría. El cielo, de un azul vibrante, es el telón de fondo para esta celebración silenciosa. Se puede casi sentir la extraña magia del lugar, un mundo donde los árboles majestuosos deciden jugar y adornarse. Es la imagen de la fuerza que se permite la ternura, una primavera fantástica que florece en el corazón de un paisaje imposible.