Esta pintura es una historia que se lee de izquierda a derecha. Comienza con un estallido, un incendio de pétalos que arden con la luz de un sol de mediodía. Se puede casi sentir el calor que emana de sus colores, el aroma denso y dulce de las flores en su máxima expresión. Es el instante, la pasión pura. Luego, la mirada cruza al otro lienzo y el fuego se calma, se vuelve un susurro. Las formas se suavizan, se funden en una penumbra cálida y acogedora. Ya no es el grito, es el eco. Es la memoria de la llama, la belleza que perdura en el recuerdo. Es una obra para sentir cómo la emoción más intensa se transforma, con el tiempo, en la más dulce de las nostalgias.