Desde la oscuridad fresca de la tierra, se abren estas copas de un azul profundo, casi nocturno. Su piel es de terciopelo, un manto que parece guardar los secretos del crepúsculo. Pero dentro, en su corazón, arde una brasa, un sol en miniatura de un naranja incandescente que late con una luz propia. Son flores que te invitan a acercarte, a sentir el contraste en el alma: la calma fría de sus pétalos y el fuego vital que guardan en su interior. Son joyas de un jardín soñado, donde la noche misma ha decidido florecer.